sábado, 5 de abril de 2014

LA FAMILIA ROMANA: SUS LIBERTOS Y ESCLAVOS:

Los hombres libres de familias adineradas no estaban casi nunca solos, y la mayoría de sus tareas, excepto lavarse los dientes, eran realizadas por sus esclavos. Ni siquiera en la alcoba conyugal estaban solos. Las mujeres salían a la calle con una señorita de compañía (comites) y con un caballero de servicio (custos). Tampoco los jóvenes podían salir a la calle sin custodia, por eso, los encuentros entre amantes eran muy difíciles pues los esclavos se enteraban de todo. El acostarse con esclavos era un derechos de su amo y del emperador, por eso eran muy comunes los bastardos, a los que no se podía reconocer ni adoptar legalmente pero a los que sí se podía mimar e incluso liberar sin ninguna razón aparente. Tener favoritos (delicium) era considerado un pecado menor y algunos incluso tenían un pequeño batallón de de pajes que solían ser coperos. Se conservaban hasta que dejaban de crecer aunque había algunos adultos ( exoletus). Los niños esclavos eran considerados juguetes y a los que eran favoritos se les solía liberar y tenían los mismos derechos que los libres salvo por una vestimenta (praetexta). Los libertos podían ser liberados por su amo por diversas razones: un viejo o moribundo para que tuviera una sepultura digna, un grupo de esclavos liberados justo antes de la muerte de su amo o un esclavo al que su amo le legaba un negocio y que pagaba su libertad con su trabajo (operae liberatum). El tesorero del amo o del estado nunca podía llegar a ser libre. El esclavo liberado ya no tenía un amo sino un patrono al que rendía corte (obsequium). Los libertos nunca formaron una clase social pues sus hijos nacían libres. Un liberto era liberado con un dinero o pensión, por ello, la mayoría eran artesanos o comerciantes y podían llegar a ser más ricos que su amo e incluso que algún noble. Muchos senadores romanos eran nietos de libertos. A los libertos se les reconocía por su escasa cultura debido a su falta de educación, no podían salir de la provincia en la que habían nacido. Pagaban rescates para liberar a sus familiares y adoptaban el nombre de familia de su patrono, pues un esclavo tenía tan solo un nombre.

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